Thursday, October 26, 2006

EL MONO GRAMÁTICO


Octavio Paz trató de escribir su autobiografía a través de la biografía de Sor Juana Inés de la Cruz. El escritor mexicano buscaba un hilo conductor entre la sociedad colonial del siglo XVII y el apocalíptico México contemporáneo. Así, la moderna ruptura entre el lenguaje y el mundo, entre la poesía y la historia, tendría su equivalente en el emblemático simbolismo del Barroco.

Margo GLANTZ


Uno. El mono gramático

podría ser simplemente un libro de viajes, un itinerario de Paz por el camino de Galta en la India y un paseo por un jardín de Cambridge en Inglaterra, pero también un camino iniciático como los recorridos en el mundo occidental quizá a partir de Prudencio. Dicho peregrinaje lo conduciría sin rumbo fijo a una única finalidad que sería precisamente su no finalidad, aunque como antes dije el libro de Paz es también un viaje interior. Para Paz un camino que buscaría descubrir el sentido mismo del lenguaje, sus trampas, idea obsesiva que más tarde lo llevaría a intitular su libro sobre Sor Juana Las trampas de la fe, añadiéndole un sentido político. La búsqueda del camino y el terror ante ese fin incierto da cuenta de ciertas figuras y estados obsesivos, circulares, imágenes visionarias e inquietantes, acontecimientos sagrados apenas percibidos que nos llevan a un gran solipsismo final: "El camino", dice Paz, "también desaparece mientras lo pienso, mientras lo digo. La sabiduría no está ni en la fijeza, ni en el cambio, sino en la dialéctica entre ellos. Constante ir y venir: la sabiduría está en lo instantáneo. Es el tránsito. Pero apenas digo tránsito se rompe el hechizo. El tránsito no es sabiduría sino un simple ir hacia... el tránsito se desvanece: sólo así es tránsito".

Dos. Pero en esa constante fluc

tuación entre lo que aparece y desaparece, a pesar de que quede inscrito indeleblemente por el lenguaje, hay también un recorrido concreto, casi histórico, diría yo, el que nos conduce por la vereda polvosa que lleva a Galta cuyo nombre caería también en el vacío. Y con todo dibuja colinas reales, erosionadas y achatadas por siglos de ventiscas y dominadas por llanos amarillentos, el producto de largos meses de sequía. Como si Paz verificara, en ese arduo trayecto para encontrar las palabras y borrarlas, un verdadero paisaje devastado por la historia y la meteorología, un paisaje y unas ciudades premonitorios, los paisajes de su propio país: "La palabra", afirma, "tal vez no es quietud sino persistencia: las cosas persisten bajo la humillación de la luz... Todas estas ondulaciones, cavidades y gargantas son las cañadas y los cauces de arroyos hoy extintos. Estos montículos arenosos fueron árboles. No sólo se camina entre casas destruidas: también el paisaje se ha desmoronado y es una ruina". Mientras tanto, las palabras se han pulverizado, se han convertido en silencio "las cosas son más cosas, todo está empeñado en ser, nada más en ser".

Tres. En esta ruptura entre pala

bras y cosas, entre poesía e historia, Paz se nos revela de manera meridiana y sobre todo en Las trampas de la fe donde la biografía de Sor Juana encubriría en realidad su propia autobiografía como asegura Pedro Serrano en un largo trabajo de investigación en donde compara a Eliot con Paz. Así lo verbalizó el poeta mexicano: "No podría decir, al final, como Flaubert sobre Madame Bovary, 'Madame Bovary c'est moi'. Pero lo que sí puedo de hecho decir es que me reconozco en Sor Juana". En su libro sobre la monja, Paz trata de descubrir su propia vida, pero sobre todo mediante su propia terminología analógica analiza el fundamento de las correspondencias, una correspondencia casi exacta entre su universo personal y el de Sor Juana, el de la sociedad histórica que le tocó vivir a él y la sociedad colonial que le tocó vivir a la monja novohispana.

"El siglo XVII fue el siglo de los emblemas y sólo dentro de esa concepción emblemática del universo podemos comprender la actitud de Sor Juana... pero los jeroglíficos y los emblemas no sólo eran representaciones del mundo sino que el mundo mismo era jeroglífico y emblema. No se veía en ellos únicamente una escritura, es decir, medios de representación de la realidad, sino a la realidad misma. Entre los atributos de la realidad estaba el ser simbólico: ríos, rocas, animales, astros, seres humanos, todo era un jeroglífico sin dejar de ser lo que era. Si la realidad del mundo era emblemática, cada cosa y cada ser era símbolo de otra. El mundo era un tejido de reflejos, ecos y correspondencias". Aunque Paz se refiere a la mentalidad del siglo XVII y por extensión a la de Sor Juana, también se refiere analógicamente a la mentalidad del poeta moderno, es decir a la suya propia. Oigamos a Pedro Serrano: "Paz reconoce que la concepción que de sí misma tiene Sor Juana no es la misma que la del poeta moderno, pero gracias a esta amplificatio del vínculo entre la 'corriente oculta' de la poesía moderna con el universo del siglo XVII logra establecer la base retórica de su propia identificación e inclusión. Con su libro sobre la monja, Paz se instala como heredero legítimo de toda una tradición poética. Con él también construye una autobiografía mítica disfrazada de biografía de una monja del siglo XVII".

Cuatro. Y aquí vendría lo que

más me interesa destacar en estas notas. La analogía que Paz traza entre el universo y las cosas, entre Sor Juana y su mundo y entre el mundo de la monja, e insisto, el suyo propio, nos permitiría verificar un hecho, sobre todo si intento llevar al extremo más tirante esta analogía. Si Sor Juana representa para Paz la historia del acontecer novohispano y al mismo tiempo esa historia es la biografía de la monja, y si ésta y la historia colonial son por inferencia analógica y metafórica la historia del propio Paz, su vida representaría a su vez la historia del México actual, cosa que quizá él mismo consideró, si se toman en cuenta algunos de los títulos con que clasificó sus libros al ordenar la compilación de sus obras completas en varios tomos, intitulándolos, por ejemplo, El peregrino en su patria y México en la obra de Octavio Paz. Pero sobre todo con esta cita: "No basta con decir que la obra de Sor Juana es un producto de la historia; hay que añadir que la historia también es un producto de esa obra (SJ. página 15)", lo que de alguna manera equivaldría a decir, la historia del México actual es también un producto de la obra de Octavio Paz. El prólogo de su libro sobre Sor Juana termina anunciando que se trata de un ensayo de restitución, ensayo de restitución de un mundo, que como la de El mono gramático sólo puede hacerse con las palabras de un poeta, en este caso, las de Paz: "...

la comprensión de la obra de Sor Juana incluye necesariamente la de su vida y la de su mundo. En este sentido mi ensayo es un intento de restitución (cursivas en el original); pretendo restituir a su mundo, la Nueva España del siglo XVII, la vida y la obra de Sor Juana. A su vez, la vida y la obra de Sor Juana nos restituye a nosotros, sus lectores del siglo XX, la sociedad de la Nueva España en el siglo XVII. Restitución: Sor Juana en su mundo y nosotros en su mundo. Ensayo: esta restitución es histórica, relativa, parcial. Un mexicano del siglo XX lee la obra de una monja de la Nueva España del siglo XVII. Podemos comenzar" .

Sigo tirando del hilo y llego a una conclusión más o menos terrorífica si vuelvo a manejar el juego pronominal que organiza Paz en sus textos, si el "nosotros" se convierte en "yo" y si Sor Juana representó una mentalidad, la del criollo novohispano, orgulloso de una identidad en formación que daba cuenta de un país maravilloso con una naturaleza exuberante, definitivamente superior en su riqueza y en su belleza a cualquiera otra, una naturaleza a la que el mismo sol y hasta la virgen de Guadalupe privilegiaban y si Paz es representante de un país en el que tanto el Estado como la naturaleza se han ido degradando de manera dramática, ¿podría asegurarse entonces que El Poeta, considerado por mucha gente como la figura del patriarca intelectual, una suerte de "Sócrates mexicano", pudiera también asumir la figura de Huitzilopochtli, el dios alimentado con sangre y cuerpos humanos gracias al cuál el mundo prehispánico se mantenía vivo? Y siguiendo con la analogía, la muerte de Paz se marca con un tinte apocalíptico, pues en México las cosas se pulverizan, el Estado se vacía y la naturaleza se vuelve adversa, ¿no acabamos de soportar una terrible sequía que calcinó y dejó famélica a la montaña, como el propio poeta decía en El mono gramático? ¿No nos enceguece la luz contaminada de nuestra ciudad abandonada por el agua, humillada por el calor, nuestro Distrito Federal, alguna vez Tenochtitlán y ahora la ciudad menos transparente del aire? Pero temo caer en un Apocalipsis de bolsillo, como de alguna forma también le sucediera a Paz quien inició su largo camino hacia la muerte con el incendio de su casa y la desaparición de muchos de sus libros y sus objetos más queridos y quien murió dejándonos en el desamparo, en el caos, en el incendio de los cielos y de los bosques. ¿Querría anunciar su muerte la terminación de un siglo y el comienzo de uno nuevo, como creían los aztecas? ¿Hay de verdad entre Sor Juana y su Primero sueño y Gorostiza y Muerte sin fin, un vacío de doscientos años como quería Lezama Lima? Y entre Paz y este nuevo vacío, ¿cuántos años?

Pero creo que las correspondencias o las analogías me han llevado demasiado lejos. Sin embargo y para insistir en este tono apocalíptico, termino mi texto con un fragmento de El mono gramático: "Preso entre las líneas, las lianas de las letras. Ahogado por los trazos, los lazos de las vocales. Mordido, picoteado por las pinzas, los garfios de las consonantes. Maleza de signos: negación de los signos. Gesticulación estúpida, grotesca ceremonia. Plétora termina en extinción: los signos se comen a los signos. Maleza se convierte en desierto, algarabía en silencio: arenales de letras. Alfabetos podridos, escrituras quemadas, detritos verbales. Cenizas...".